El Correo de Andalucía se descolgó ayer con una noticia que no va a publicar ni en primera plana, ni en el menor de sus breves: va a despedir a trabajadores y pretende que casi el cincuenta por ciento de sus indemnizaciones las paguen, bajándose el sueldo, los que conserven su empleo. Increíble, pero cierto.
El histórico periódico llevaba mes y medio amenazando con presentar un expediente de regulación de empleo (ERE) que dejara en la calle a veintidós trabajadores. Éstos, en un ejemplo de unidad con pocos precedentes en el gremio, hechos una piña alrededor de su comité, han estado luchando por evitar el desastre y ofreciendo alternativas responsables. La última que, para ahorrar el dinero que supuestamente necesitaba la empresa, en vez de despedir a los veintidós compañeros, trece voluntarios se dieran de baja con la indemnización correspondiente, de 32 días por año trabajado. Han hecho las cuentas y las cuentas salen.
Pero la empresa no se da por satisfecha. Quiere indemnizar a quienes se vayan (algunos con 36 años de antigüedad) con 20 días por año trabajado, en vez de 32. Da a los que se quedan, eso sí, la siguiente alternativa leonina:
– Renunciar a una paga extra.
– Decir adiós a 900€ cada uno, que la empresa pretende compensar con 11 días de empleo suspendido (es decir, cuyo coste correrá a cargo del INEM, o sea, de todos los ciudadanos).
– Perder 2.000 € más brutos al año de los que 1.080 € los acabarán recuperando vía complemento los trabajadores actuales (no los nuevos contratados).
– Congelarse el sueldo hasta, como mínimo, diciembre de 2012.
Una jugada maestra que, de paso, abarata el coste de la plantilla con vistas a hacer más interesante una probable venta de la cabecera a otro empresario.
A partir de ahora se dejará sentado que los redactores más caros tendrán un salario de 1.500 €/mes, y un horizonte de indemnizaciones de 20 días/año. Poco, pero es probable que a futuro hasta eso parezca demasiado y se reemplace a los de momento salvados por recién licenciados, aún más baratos.
Hoy es el día en que los compañeros de El Correo tienen que decidir (mediante voto secreto) qué hacen: si se niegan, por dignidad, a autobajarse el sueldo o si consienten en sacrificarse con tal de que sus trece compañeros se vayan al desempleo con algo que no sea una indemnización humillante (aunque pagada en tres plazos, el último en julio de 2011, ¡Dios les coja confesados!). La empresa les carga con una responsabilidad que no les corresponde.
Su sensación de impotencia es más grande porque el contexto nacional e internacional les hace temer que de no firmar el acuerdo ahora, en breve pueden echar a los trece, a los veintidós, o a más gente pagando 20 días/año. Estamos en un momento crítico de recesión brutal, económica, política y social. Con unos sindicatos debilitados por su escasa capacidad de movilización, unos partidos con el norte perdido y una sociedad civil asustada y desmovilizada.
El margen de maniobra de los compañeros en este caso concreto es escaso. Pero en general, a medio plazo, todos, los que se vayan, los que se queden, y los que no pertenecemos a la plantilla de El Correo, los periodistas y los no periodistas, la sociedad civil en su conjunto tenemos que organizarnos y oponernos a los recortes de derechos que se están produciendo. ¿Qué nos garantiza que los mercados no acabarán exigiendo más bajadas salariales, coste de despido cero, jornadas de 50-60-70… horas semanales, trabajo infantil, la restauración de la esclavitud…? Por supuesto que esas medidas dejarían a las empresas mayores márgenes gananciales? ¿Cómo creemos que se han convertido en potencias emergentes países como China e India? No hay que ser Premio Nobel de Economía para contestarse.
Tenemos que parar esto. Hacer del «Yes, we can» de Obama, más que un lema de campaña, más que un eslogan consumista. Toda la sociedad civil, y en especial los periodistas. Nosotros desde el foro más modesto, como éste, a las grandes tribunas de TV, radio, prensa, tenemos nuestras parcelas de influencia.
Hoy, de entre los muchos compañeros de El Correo en los que pienso, la que no se me va de la cabeza es ésa redactora de la Sección de Economía, cuyo nombre ignoro, que anoche, tras la asamblea, volvió a su mesa, hizo borrón y cuenta nueva con sus preocupaciones personales y se esforzó en explicar de la mejor manera el proyecto de Reforma Laboral que baraja el Gobierno y que, todo hace indicar, va a recortar más aún nuestros ya delgados derechos. Esa compañera, que se aferró a su fe en la dignidad del oficio, a su creencia en que es necesario, por más que sea imperfecto, que es preciso aunque no informe de todo lo que ocurre, aunque oculte, por ejemplo, que la mayoría de periodistas son trabajadores explotados, con interminables jornadas de trabajo y sueldos miserables y cuyos conflictos laborales son silenciados porque todos los medios de comunicación tienen cadáveres en sus armarios.
Por ella, por el resto de compañeros, por todos los trabajadores afectados y por nosotros mismos hay que movilizarse. Antes de que, como avisaba Bertolt Brecht en su célebre poema, sea demasiado tarde.
PD: Aquí van enlaces a dos textos que ayudan mucho a comprender qué está pasando y cómo hemos llegado a la actual coyuntura socio-político económica. Pensar en ello es fundamental para lograr cambiarlo:
– La revancha de los mercados de Enrique Gil Calvo (El País, 8/6/2010)
– ¿Cuánto mercado puede tolerar la democracia? (El País, 11/6/2010)