Aniversario de la liberación de Mauthausen y crisis política actual

El día 5 de mayo se conmemora el aniversario de la liberación del campo de exterminio nazi de Mauthausen, considerado el campo español, pues en él estuvo recluida la mayoría de los 9000 republicanos españoles que fueron hacinados y torturados en los campos de concentración nacionalsocialistas. Sólo un tercio de ellos sobrevivió a la desnutrición, la explotación en su célebre cantera, las torturas y la política de exterminio que se practicó allí hasta el fin de la II Guerra Mundial, en 1945, hace ahora 65 años. El resto fue convertido en ceniza en unos hornos crematorios llamados a borrar las huellas de su paso por la vida y de los crímenes que los mataron.

Los pocos españoles que vivieron lo suficiente como para ver llegar a los aliados los recibieron con una pancarta en la que se leía: “Los antifascistas españoles saludan a las fuerzas libertadoras” y se conjuraron contra el olvido con un manifiesto, llamado de los supervivientes, que terminaba así:

“… No olvidaremos jamás los sangrientos sacrificios que los pueblos tuvieron que hacer para reconquistar la felicidad de todos. Recordando la sangre derramada y los millones de seres humanos sacrificados, asesinados, inmolados por el fascismo-nazi, juramos no abandonar jamás el camino que nos hemos trazado. (…) Nos dirigimos al mundo entero para decirle: Ayúdanos en nuestra tarea.”

Asociaciones como la Amical de Mauthausen, cuyo delegado en Andalucía, Ángel del Río, me ha facilitado estos textos, además de interesantísimos datos (Andaluces en los campos de Mauthausen , Centro de Estudios Andaluces, 2006) participan hoy, 5 de mayo de 2010, en actos en memoria de aquellos republicanos que sufrieron una triple violencia: su derrota en la guerra civil, su reclusión en los campos nazis y el exilio una vez liberados, pues España seguía bajo el yugo del franquismo. Uno de estos actos se celebrará en la Diputación Provincial de Sevilla, a las 12.30 con asistencia de los alcaldes de los pueblos de los que eran originarias las víctimas sevillanas. Y las conmemoraciones seguirán hasta el fin de semana cuando tendrá lugar la del propio Mauthausen, con asistencia de delegaciones internacionales, entre ellas la que está previsto encabece la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega. Homenajes organizados por sentido de justicia, pero también para que, como querían los supervivientes, su sacrificio no sea en vano, y jamás se repitan, por ignorancia, los errores (criminales) del pasado.

Sin querer dramatizar, hace meses que me prepocupa la actual coyuntura política internacional, europea y, en particular española. Las últimas semanas, más el día de ayer, han resultado complicados. Primero la crisis financiera global y ahora la desconfianza generalizada no ya en los políticos o en instituciones (como los tribunales), que también, sino en todo el sistema están creando un clima viciado, con el que hay que tener cuidado.
Yo, como tantos, vivo asombrada una situación en la que los Estados y los ciudadanos que los formamos prestamos dinero a los bancos para que ellos a su vez puedan re-prestárnoslo, eso sí, a intereses mucho más altos o, en el peor de los casos, como ha ocurrido con Grecia y dice un rumor interesado que pasará con España (para descubrir algo curioso de las agencias de calificación que están creando el pánico recomiendo leer esta carta al director de EL PAIS) se nieguen a prestárnoslo desconfiando de nuestra capacidad de pago. Casi no puedo creer que alguien como Carlos Solchaga (ex minsitro de Economía del PSOE en la etapa de González) diga (anoche en la Cadena SER) que el Gobierno tiene que hacer las reformas económicas necesarias (laborales y fiscales, nada de regulación bancaria o de paraísos fiscales, por supuesto) «y no esperar a que los Bancos las hagan o les obliguen a hacerlo». ¿Qué quiere decir con esto? ¿Qué son los bancos quienes gobiernan y no los gobiernos? El propio presidente Zapatero afirmó ayer sin empacho que si los mercados se desplomaran por el rumor sin fundamento de la insolvencia española la cosa sería «muy preocupante». Bueno, pues es justo lo que ha ocurrido, y sí es grave, pero él no está ahí sólo para asombrarse, ni siquiera para indignarse, sino para tomar medidas al respecto.

A pesar de mi estupor creo, siguiendo las famosas tesis de Descates, que no conviene tirar abajo algo sin saber previamente qué va a reemplazarlo. Creo que la democracia parlamentaria es el mejor de los sistemas imperfectos. Pero para evitar cualquier involución (y no nos engañemos, la involución hace tiempo que se está produciendo) tenemos que dar pasos. Deben darlos los políticos (los Gobiernos desde luego pero también las oposiciones, ensarzados ahora en imperdonables y ruines juegos de intereses electorales, no sólo en España, sino en el Reino Unido y Alemania, por ejemplo). Los políticos más que nadie deberían estar interesados en prestigiar el sistema. Pero si no se deciden a dar los pasos necesarios, la sociedad civil, nosotros, tendremos que tirar del carro. Un primer paso, me parece, es hablar, hablarlo, debatir fórmulas de mejora, propuestas concretas. En esta línea recomiendo vivamente leer el artículo La paradoja de la corrupción del profesor de Políticas de la Universidad de Gotemburgo (Suecia), Víctor Lapuente Giné (El País). El artículo escrito a propósito del tema de la corrupción es revelador en un sentido mucho más amplio y es especialmente certero en la segunda mitad del texto. Recojo aquí sólo algunos párrafos:

El segundo mecanismo sería el sistema electoral. Por una parte, votar a candidatos individuales es mejor que a listas de partido cerradas, porque aumentan los incentivos a comportarse honestamente. Si los votantes te pueden echar a ti directamente, intentarás mantener tu reputación intacta. Esta es una característica buena de los sistemas electorales denominados «mayoritarios» (como los anglosajones) y que nosotros no tenemos, pues votamos a una tribu entera. Por otra parte, la falta de responsabilidad individual se compensa en muchos países europeos (con) pocas «barreras de entrada» para que una opción política nueva pueda entrar en la vida política, pues incluso un modesto porcentaje de voto te garantiza representación. Esa característica está muy limitada en España, donde abundan las circunscripciones electorales minúsculas y los incentivos para favorecer el bipartidismo.
En tercer lugar, disponer de medios de comunicación independientes juega un papel (…) En España tenemos una gran pluralidad externa (entre medios de comunicación), pero la pluralidad interna (dentro de cada medio) es limitada. El extremo opuesto sería el mundo anglosajón, donde la pluralidad externa es mucho menor, pero a costa de una mayor pluralidad interna. Así, nosotros podemos elegir entre un mayor número de medios, pero estos medios ofrecen un mensaje más monolítico (…) Por tanto, si los dirigentes políticos españoles estuvieran realmente interesados en eliminar la corrupción, deberían proponer tres acciones opuestas a las que han estado implementando en los últimos años (…) En lugar de dar más fuerza a los partidos, deberían dar más peso a los políticos individuales. Y en lugar de fomentar una pluralidad externa y sectaria de los medios de comunicación, deberían mimar la pluralidad interna. O esto o, sin ánimo de ser Casandra, nos deberíamos ir preparando para una tragedia griega..

Ojalá seamos capaces de conjurar este mal presagio. Para ello es importante recordar el pasado. Y ponerse manos a la obra, todos, para evitar que esas extrañas fuerzas invisibles (los mercados, las agencias, las corporaciones) acaben por arrancarnos los derechos, el estado de bienestar, la democracia, imperfectos pero fantásticos, cuya conquista exigió tantos sacrificios de quienes nos precedieron en este largo camino.

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